lunes, 13 de septiembre de 2010

Sobre la Patria

Uno


He andado tantos pasos como la muerte me ha permitido,
sobre lodo y lozas, sobre alfombras y asfalto,
sobre jardines, el mar y polvaderas sin esperanza.

Camino sin brújula, mi rumbo sólo una aproximación,
a tientas, a gatas, entre lluvia, sobre cuerpos que alguna vez anduvieron;
voy con las manos llenas de tiempo y los ojos escurriendo soledad.

Decidí no buscar nada y andar en modo infinito,
meter la mano al bolsillo e insertar una moneda,
abordar a tiempo, asirme al suelo y engraparme alas.

Quise imprimir mis huellas y descartar lo obvio,
sentir desde dentro, ser en cada paso y dejar siendo la distancia,
enraizarme patas p’arriba para ser simple, para sólo ser.

Ando descalzo los pasos de los que pasaron antes,
sintiendo latidos, crujidos, risas cínicas y suspiros que no terminan:
mis pies reclaman cierta primicia, pero la historia nunca ha sido nuestra.

Levanto polvo, este polvo que tampoco es mío,
que es de muchos que lo levantaron mientras caían:
las tolvaneras y los tornados de los que anduvieron antes.

En mi camino nunca me he rendido, jamás puse la rodilla en el piso,
pero siempre supe que tenía que rogar por no llegar, por no terminar de andar,
por que cada paso no fuera el último, por que cada día no fuera el primero.

Voy sin brújula ni mapa, mi rosa de los vientos deshojada,
los norestes y sures diluidos, los estes y oestes meras referencias:
ando perdido entre líneas de tiempo y planos imprecisos.

Siempre prefiero las dudas, elijo no haber conocido;
no hay lógica clara en mi búsqueda,
aunque sé que no busco nada.

Subí montañas, desgrané el maíz con las manos,
me sumí en las barrancas y caminé sobre yerbas secas,
palpé la negación del dolor y fumé la brisa que deja la lluvia esperada.

Me probé cara a cara con el canto del río, almorcé sobre tierra,
me quité los ojos para oír los colores de los pavorreales,
vi el canto de las vacas anémicas y escuché llorar a las montañas.

He andado entre caminos labrados con hambre,
conocí manos que se hunden el lodo llenas de coraje,
supe de ojos fríos, cataratas y miradas sin horizonte.

He transitado vías perdidas en donde los hombres se pierden,
se llenan de odio, de odio y hambre,
de pobreza injusta, de creer en promesas, de respetar leyes.

He visto mujeres que nada pueden hacer con la tos de un hijo,
que nada dicen cuando el hambre les pide ese pan que no tienen
he visto niños que mueren indigestos de miseria.

Me he sentido culpable de comer sin el asombro de poder,
de aceptar el último plato de frijoles con agua de más,
de mirar sin hacer nada e infundir esperanza a costa de esperanza.

Fui testigo de odio, sonrisas que terminan, manos apuñando muerte;
escuché diálogos de balas entre hombres iguales que se miran a la cara
intentando no reconocerse como padres, hijos, hermanos, pobres por igual.

Unos se escondieron en un uniforme y obedecieron órdenes;
otros se escondieron en su ideología que no admite verdades comunes,
y los vi apuntar con los ojos cerrados, como quien salta al vacío.

Cuando jalaron el gatillo lloraron arrepentidos de pólvora
y se acercaron hasta esos cuerpos vestidos de enemigos
para tocar bajo los uniformes e ideologías, una piel como la propia.

Supe que los hombres mueren a entregas con cada muerto
y sentí pavor, ese que me enseñé sentir hace tiempo,
ese miedo de los pies fríos, las manos que sudan, la pavura del alma.

Negué haber visto, haber sentido, palpado, oído, probado;
rechacé la omisión de mis manos no nada hicieron
y grité tan fuerte que mi voz se ahogó en sí misma.

Derramé tantas lágrimas como la noche me fue posible,
y miré mi cara y me asumí culpable, culpable de creerles,
e intenté explicar el miedo con palabras simples.


Esto no es patria, ni nación, ni país, ni cuna, ni tierra,
que no existe si el desasosiego es el único pan de cada día
y no el que un hombre necesita para saciar a sus hijos.

¿Cómo se le dice a alguien ‘ésta es tu patria, ésta es tu tierra’
si en ese suelo que nunca le será propio sólo ha podido sembrar miseria
y levantar una cosecha de huesos de temporal, para tener que empeñar la libertad?

Ésta no es mi patria.





Dos


No me bastaron tres veces
ni tomé las treinta monedas de plata,
pero negué tantas veces esa verdad absoluta
que el gallo cantó hasta bien entrada la tarde.

Arrastré los pies para borrar mis huellas,
dejé de tirar migajas en el camino:
el pan de mi regreso lo regalé a un extraño
y anduve hasta que caí de rodillas.

Quise palabras, sinónimos de esperanza,
busqué debajo de las piedras
algún suspiro, alguna caricia
y encontré calor en la tierra.

Me senté a esperar la noche
y los días pasaron sobre mis hombros;
vi crecer las uñas de mis pies,
y mis lágrimas acumularse en charcos.

Apreté los puños hasta fundirme los dedos
hasta echar raíces al aire, en el desarraigo;
pegué sellos de clausura sobre mi boca
y ni moscas ni palabras llegaron.

En aquella espera interminable
germinaron en mi espalda pedazos de luna
las arañas hilvanaron telas en mis horas
y un telegrama de desahucio pendía de mi oreja.

Me asfixié respirando el hastío, perdí el aliento,
me lavé las manos en un torrente de razones,
demolí mitos hasta quedar exhausto
con el tiempo amontonado en mi bolsa.

Náufrago, dormitaba sobre la arena
escuchando entre sueños mi nombre;
al despertar marqué cada uno de los días
sobre la corteza hueca de mis huesos.

Me destapó la sombra de siempre,
la misma brisa me empolvó la cara,
otro sol idéntico me mojó cada vez,
las mismas dudas me fueron resueltas.

Y tuve miedo de querer volver
de perderme en el tiempo circular
ser el hombre taciturno que venía del Sur
su patria una aldea infinita aguas arriba.

Tantos versos escritos no bastaron,
fue necesario levantar la cara,
y dolerme en tiempo real
para envilecer aquel modelo retórico.

Con la vara que mides...

Y también esa patria deletreó “fuera”
en aquella carta formal de deportación;
cerró la puerta del vagón en mi espalda,
me llamó cobarde, me desterró, la desterré.

La patria negada, me niega también,
la tierra que abandono, me deja igual;
un mal presagio, karma o talión,
naufragio de ojos y dientes.

El papiro de mis huesos crujió
al dar vuelta a la última página
de esa historia que termina predecible:
los incrédulos no conocen el reino de los cielos.

Nunca más una frontera me separaría,
ninguna bala inútil de alguna guerra inútil,
ningún juramento culpable ni inocencia tricolor;
nunca más un cerco rompería mis dedos.

Olvidé su himno…

La patria no es un montón de escombros,
no es inventario de ideas absolutas:
no se canta ni se limita a cartografías
héroes de libro de texto ni caras de moneda.

La patria es mucho menos que un día glorioso
mucho más que una fecha y día feriado,
no se puede medir en colores ni en símbolos,
no es destino manifiesto, no una consecuencia fatal.

La patria no es un error de cálculo,
no es un supuesto devenir
ni una objeción autoritaria,
la patria no es una.

A fuerza de suprimirnos
se nos niega la posibilidad de no ser lo que somos
alguien modula el principio de realidad
impone la idea de patria que a esa patria conviene.

Los dioses y los amos
ejecutan las letanías más patrióticas
y bailan y cantan y bailan
y no hay poder irresistible a ser poseído;

no hay ninguna forma, por menor que sea,
que no pueda ser minimizada,
tampoco hay deseo imposible
ni responsabilidad posible.

Para ellos el futuro prometido,
las manos llenas,
los oídos sordos,
la vida que sólo vale en efectivo.

Para ellos los aplausos de discurso,
las sonrisas de pasarela,
las gracias absolutas,
para ellos la patria en cómodas mensualidades.

Mientras los más, los casi todos,
para ellos una patria que olvida,
que desecha, que se hincha de odio
que mata sin saber que la muerte de uno es la de todos.

Para todos la lástima,
la negligencia disfrazada de laissez-faire;
el desprecio, la única respuesta:
ésta no es mi patria.






Tres


No hay vergüenza en las derrotas gloriosas,
no hay sospecha en las batallas perdidas de antemano,
no hay dudas en las muertes que valen la pena.
La solidaridad no es palabra escrita,
el desasosiego dejó de ser moneda de cambio.

Esa noche en

1 comentario:

  1. Limpieza de casa, empiezo nuevas aventuras, celos pa fuera. Hey no quiero perder el sentido del blog

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