martes, 5 de enero de 2010

He visto días inútiles caminándome las manos,
noches iluminadas que no tienen fin,
pedazos de tiempo que chocan en mi ventana,
otoños que no se van, primaveras ambiguas,
cosechas que desfallecen sin pudor alguno.

Desperté angustiado buscando tu cuerpo,
desee encontrar aquel rincón vacio,
respiré este mismo aire,
besé aquel mínimo recuerdo.
Te encontré muda rezando el evangelio de mi carne.

Soy esta sombra hueca
que no va a ningún lado,
un sonámbulo sin ruta
que teme salir de la cama.

Algunos días despierto y entre sueños
me confieso dormido,
soy esta forma tan sencilla, esta necedad tan vaga.

Algunos días despierto y entre sueños
me concibo dormido,
soy esta forma tan compleja, esta sensatez tan concreta.

Conozco el suelo de cabo a rabo,
caigo al vacio con cierta frecuencia,
soy crédulo, confió, pero dudo de la esperanza,
un día me perdí bajo la lluvia
y sigo empapado. Estas lágrimas que me brotan en chubasco.

Vivo pendiente de ese día,
me gusta tomarte mientras afuera el mundo escurre.

Soy tenaz, nado de muertito,
cabalgo la vida a pelo,
cuando hago el amor finjo demencia.

He deseado embarcarme en tu cama cada noche,
abordar tu cuerpo y apostar por este viaje interminable,
documentar todos estos besos,
pagar impuestos por mis caricias,
cruzar la aduana en decúbito prono,
contener la turbulencia,
navegar entre gritos.
Aterrizar de golpe.
Despegar siempre con los ojos cerrados.

He visto nacer la luz de entre tus piernas
y cómo la noche se queda ciega
con tu voz hecha agua.

Algunas veces esta forma nada simple
de amar me despierta en medio de la bruma,
me quedo con esta brújula descompuesta:
la flecha del norte apunta a tu cuerpo,
la del sur tiene destino en mi ombligo.

Los vientres se hacen uno,
las paredes de este cuarto se enmudecen
cuando estas voces claman la eternidad.

...

Acabar de un golpe y empezar por descifrar tu cuerpo,
moverse en círculos entre tu espalda,
ser este acto simbólico, esta metáfora inerte.
Hacerse menos que nada, dislocarse en mapas ajenos,
tener amnesia: ser la primera vez cada vez
y sin embargo conocerte tan bien.

Darle nombre a tus lunares,
amarte tibio,
beberte amargo,
saber que todo está en su lugar
y sentir, sólo sentir.

Concentrarme en tu pecho,
tener lengua bifurcada,
quitarse la camisa despacio,
ser un caos en medio de este orden cuántico,
ser la piel que te cobija.

Hacer tiempo esperándote.

Gritar que pares en el momento preciso
y no hacer caso del aviso.

Abrir tu boca, entrar en ti con cada suspiro,
con cada inhalación,
ser ahora, ser siempre
y a diario cambiar de rumbo,
perderse en tú camino,
sincronizar este reloj,
ser un manojo de nervios,
quedarse con estos zapatos rotos
y llenos de la nada,
rentar varios días este tiempo:
hasta que nos alcance el amor...

Sumarle milagros al cielo,
arrancarle pecados a dios.

Y consumarnos en este deseo empolvado,
darnos sol y frio,
estar juntos después de todo.

Echar raíces: florecer.

Ser juntos y juntos ser.

Mirar las fechas que nos atraviesan,
juntar los dedos y sabernos y habitarnos,
hacer necesario el amor día tras día,
despertar con mordidas,
que el café se haga solo por las mañanas,
que mientras eso pasa
nuestros cuerpos se desayunen nuestra vida.

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